2 may 2011

En ruta a la Laguna San Rafael

Su atención por favor, señores pasajeros de categoría Cromo-Molibdeno favor abordar el avión. El resto del perraje favor esperar, que los iremos encajando por filas en los respectivos asientos para sardinas, donde extrañarán las micros del Transantiago. Allí compartirán la incomodidad con otros pasajeros que han pagado el doble que Uds., o la mitad, gracias a nuestros modernos sistemas de “Péguele el Palo al Pasajero”, o revenue management, como le llaman en inglés.

Así partimos 12 expedicionarios, 8 hombres y 4 mujeres, algunos expertos y otros primerizos, rumbo a uno de los destinos más codiciados por los kayakistas de mar: La Laguna San Rafael.

Nuestra ruta es en realidad un poco más ambiciosa. Bajaremos por el río Exploradores hasta el estero Elefantes, continuaremos hacia el sur y remontaremos el río Témpanos hasta la Laguna San Rafael, para posteriormente efectuar un porteo para salir al río Negro por el que bajaremos hasta el Golfo de Penas.Como contamos con escasas dos semanas, los kayaks salen tres días antes, después de haber resuelto la complicada logística de transbordadores sin programación, con itinerarios cambiantes y una epidemia de pannes en las distintas empresas.

No es un destino fácil ni barato, al menos para los que vivimos en Santiago: 1.100 km de pavimento, transbordador, compras de perecibles, pasar la noche, 6 horas de ripio… en fin.

Desde Coihaique son 5 horas, la mayoría de ripio hasta Puerto Tranquilo, a orillas del Lago General Carrera, donde están las famosas catedrales de mármol. Pequeño poblado de lindos paisajes, aire muy claro y el azote constante del un viento que no para. Allí parte el desvío por un camino aún en construcción que pretende llegar a la bahía Exploradores, acompañando al río del mismo nombre. Un puente que no existe detiene nuestro avance por tierra, casi en la confluencia con el río Teresa.

Aquí empieza la parte entretenida del kayak de mar: como empacar 20 kilos de equipo, 20 kilos de comida y 20 kilos de artículos inútiles en una embarcación que pesa apenas 30 kilos. Después de dos horas de ensayos y una pila de cosas que sólo llegarán hasta allí, estamos listos para partir. Nos habían dicho que el río tenía poca agua y que por eso habría que cruzar el río y continuar en otro vehículo, pero una rápida apreciación del volumen de agua nos indicó que no tendríamos problemas. Nos quedaban 25 kilómetros de río hasta la bahía Exploradores donde planeábamos acampar ese día.

Está de más decir que nadie conocía la ruta en persona, sólo vistas virtuales a google earth, las cartas náuticas y mapas topográficos.

Un cauce rápido de agua lechosa por el sedimento de los glaciares nos lleva rápidamente hacia nuestro destino, sorteando troncos y palos y tratando de mantener la comunicación entre los dos punteros que exploran el río y el grupo de diez que los sigue.

Un atractivo desvío nos lleva a una rama del río más angosta e íntima, que hará más escénica pero más larga la ruta, dejándonos con menos tiempo para buscar el campamento antes de que caiga la noche. Llegamos al delta con tiempo para buscar un lugar apropiado pero después de revisar varios lugares, concluimos que los juncos no hacen una buena plataforma para poner la carpa. Sólo nos queda cruzar la bahía hasta una playa ubicada en la punta Entrada, ya que la alternativa de seguir hasta la caleta Huillines ya quedó fuera de nuestro alcance.

Un sólido viento de proa nos exige remar sin detenernos para llegar con las últimas luces del ocaso a una estrecha franja de piedras y palos, que la mayor marea del mes nos deja disponibles para pasar la noche. Primer campamento, no hay parantes faltantes, colchonetas pinchadas, o cocinillas incompletas. Solo una carpa, que claramente no soportará el encantador clima patagónico.

Nos despierta una aurora de pura plata, cargamos los kayaks y nos embarcamos sobre un mar como espejo con el cielo parcialmente nublado. Paramos a recoger agua en una quebrada e iniciamos una rápida marcha hacia la punta Garrao, desde donde evaluaremos las condiciones para efectuar el cruce del Estero Elefantes, de unos 6 km de ancho, donde el viento norte puede hacer estragos.

Llegando a la punta, nos tiramos sin más a cruzar. Una hora de remo sin descansos, con un viento leve pero creciente a la cuadra. Pequeñas olas se van formando hacia el centro del canal pero no llegan a afectar nuestras embarcaciones.

Ya al llegar, debemos hacer un aviso de seguridad a través de la radio a una embarcación que viene directamente hacia nosotros. SECURITE, SECURITE, SECURITE, de Kayak Ecodeporte. Grupo de kayakistas cruzando el estero elefantes, 5 km al norte del paso Quesahuen, cambio. Contesta el Patagonia Express, quien disminuye el andar para darnos la pasada, mientras que los pasajeros sacan fotos preguntándose quién se aventura por esas latitudes en semejantes cáscaras de nuez. Le damos las gracias y solicitamos el meteo. Nada de qué preocuparse, al menos por hoy.

Nos aproximamos al paso Quesahuen, estrecho que tiene una corriente de 6 nudos constante y alternante, prácticamente sin estoa. Esperamos tomarla con la llenante para evitar tener que remar contra la corriente e idealmente pasando entre la Isla Leonor y el continente para evitar la zona de mayor corriente. Cruzamos el paso Quesahuen sin novedad, y nos dirigimos hacia Sisquelan para buscar un lugar donde acampar ya que deberemos esperar la marea llenante para hacer el tramo del río Témpanos. La isla Leonor tiene una buena playa protegida del viento, pero preferimos ganar unos kilómetros aprovechando el buen tiempo.

Finalmente llegamos a la última playa visible, a unos 12 km de la punta Leopardo. Los primeros en llegar como siempre, se aseguran con los mejores lugares para acampar en el cuello de una pequeña península, al menos eso parecía. Nos acompaña el sol el resto de la tarde, incluso como para un chapuzón en las transparentes aguas del mar.

La lluvia vuelve a presentarse, pero ya con el campamento armado no es un problema. Solo la falta de espacio nos hacina en un solo toldo durante la cena, ya que el otro toldo está muy lejos. El meteo que pedimos a través del teléfono satelital, indica marejada en aguas interiores, mar gruesa en aguas oceánicas y temporal de viento norte de 30 nudos para el día siguiente.

Despertamos con el sonido del viento y el agua de la marea alta que casi alcanza las carpas. El barómetro se desplomó casi 20 milibares durante la noche y el estero Elefantes muestra sus colmillos blancos animado por el viento. En nuestro campamento se empiezan a reubicar las carpas ya que es imposible salir y no sabemos qué tan alto llegará la marea considerando el temporal. Empiezan las obras de ingeniería: terraplenes, barreras, diques, empalizadas …los remos se convierten en palas y parantes y los kayaks en anclajes. Con pocos centímetros de margen superamos la marea alta. Una carpa muestra la hilacha y dos personas se distribuyen entre las restantes. Afortunadamente, habían varias carpas con un solo roncador.

Amanece lloviendo, pero con menos viento. En el desayuno se conversa sobre quedarse otro día en el mismo lugar, pero de pronto se levantan las nubes y cesa el viento.

Aprovechamos la ventana y cargamos los kayaks a toda velocidad. Si empeora, regresaremos a una mejor playa 3 km atrás y si se mantiene continuaremos hacia la laguna. En una hora estamos listos para partir. Y partimos hacia el Sur.

Son 12 km sin playas, en una costa potencialmente azotada por el viento y las olas que produce el Norte. El tiempo nos acompaña y llegamos sin novedad al faro de la punta Leopardo, justo cuando la marea empieza a subir. Nos detenemos un momento en una playa protegida del viento a analizar nuestras opciones. Bajo un breve diluvio, decidimos continuar hasta Puerto Meca, y si sigue bueno el tiempo, es decir, sin viento, continuaremos por el río Témpanos.

Puerto Meca no tiene nada de puerto, ni de meca. Continuamos río arriba hacia la laguna. La marea revierte el flujo de río quien ahora nos lleva hacia nuestro destino a 10 km por hora.

Antes de que podamos darnos cuenta, el río se termina y empiezan a verse los témpanos. Bordeamos la laguna por la orilla sureste para dirigirnos después hacia la zona del glaciar donde está la zona de camping administrada por CONAF. Llegamos (inserte música aquí!) Un día largo con 42 km. de remado.

Maratónicamente,

Martin
Instructor de Kayak de Mar
martin@ecodeporte.cl

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